Brazos adormitados




Llegué envuelta en una cobija nerviosa, mis piernas se tambaleaban y no podía tener el control sobre ellas. Hacía mucho frío, ella me miró y me sonrío.
- Siéntese señorita. Es cuestión de segundos nada más. - Me mordía los labios, sabía lo que iba a sentir, ya había pasado por eso otra veces en mi vida.
- Bueno Eva, muérdete los labios. - pensé, y eso hice.
Ella me sostuvo el brazo con fuerza, y le dio unos cuantos golpecillos que me angustiaban aún más. De repente, no hice más que cerrar mis ojos llenos de agua y aguanté apretando mis dientes.
- ¿Listo? - dije sonriendo.
- No - Su mirada expresó la molestia que le causaban mis nervios - no funcionó con esa, así que tendré que intentarlo de nuevo. ¿Gustas en el mismo brazo o intentamos en el otro? - inmediatamente respondí que en el otro, pues no sería justo hacer sufrir tanto a uno solito y que el otro se riera de placer porque nunca sintió nada.
La segunda vez fue rápida y sencilla. Sentí un fuerte cosquilleo que duró tan sólo un par de minutos.
- Ahora sí, todo listo. Quédese tranquila que por ese hoyito no se saldrá su corazón - Dijo ella con gracia, y en respuesta mostré mis dientes sonriéndole ,mientras recuperaba el aliento.

Al retirarme, caminando por el pasillo de luces opacas, entendí que enfrentarme a un dolor que ya he sentido es más difícil que enfrentarme a algo desconocido. Sólo necesitaba un poco más de coraje para enfrentar la situación como ya lo he hecho antes, y era tan fácil.
Si tan sólo hubiese analizado esto minutos antes, no hubiese salido con los dos brazos pinchados y adormitados.

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